El club de los actores muertos… sin derechos

Primero te copian la voz, después te cambian la edad, y terminan haciéndose con los derechos de tu imagen sintética para hacer lo que quieran con ella, incluso después de tu muerte.

James Dean, muerto al estrellarse con su coche el 30 de septiembre de 1955 tras haber protagonizado tan solo tres muy aclamadas películas, formará parte del reparto de «Back to Eden» casi setenta años después de su muerte, mediante un algoritmo de deepfake que recreará su imagen, su voz y sus movimientos. Es el segundo intento de hacer una película con el actor, tras una tentativa previa en 2019 que terminó siendo cancelada.

El caso de James Dean no es el primero: Carrie Fisher fue revivida tres años después de su muerte en 2016 para aparecer en 2019 en «The Rise of Skywalker«, aunque en esa ocasión las escenas se llevaron a cabo mediante CGI utilizando escenas inéditas de «The Force Awakens«. Ahora, ya no será necesario recurrir a ese tipo de técnicas: simplemente entrenaremos a un algoritmo con películas anteriores, y podremos pedir al avatar digital correspondiente que actúe como nosotros queramos, del mismo modo en que Charlie Brooker lo anticipó previamente con Salma Hayek en el primer episodio de la sexta temporada de «Black Mirror«, titulado «Joan is Awful«.

En el caso de James Dean, además, la clonación digital irá más allá de simplemente interpretar un papel en la película: su avatar de IA no solo podrá desempeñar un papel de pantalla plana en «Back to Eden» y una posible serie de películas posteriores, sino también interactuar con el público en plataformas interactivas que van desde la realidad virtual y aumentada, hasta los videojuegos. Los derechos de imagen del actor pertenecen a la empresa de licencias CMG Worldwide, que posee una gran colección de materiales con su imagen en películas, fotografías y audio, suficientes como para alimentar un algoritmo capaz de recrear al actor. Ahora, la carrera de un actor no tiene por qué terminar después de su muerte.

La cuestión es susceptible de levantar numerosas polémicas: por un lado, qué tipo de usos pueden hacerse de la imagen de los fallecidos, si pueden ser potencialmente limitados por sus herederos o si pertenecen ya al dominio público tras la expiración de sus derechos. Por otro, la posibilidad de que actores ya fallecidos pero convertidos en deadbots algorítmicos puedan incluso quitar el trabajo a actores reales actuales, una posibilidad que claramente subyace tras las huelgas de actores y guionistas del momento.

Decididamente, antes la inmortalidad era otra cosa.

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