Meta lanza su clon de Twitter, Threads, intentando desesperadamente aprovechar el momento de debilidad de Twitter y, sobre todo, encontrar nichos de crecimiento en los que capturar más datos de los usuarios que tiene.
El lanzamiento ha conseguido, gracias a la fuerte promoción cruzada en Instagram en la que con un clic consigues una cuenta con el mismo nombre de usuario y en la que sigues a las mismas personas, unos diez millones de nuevas cuentas en las primeras siete horas. Eso sí, no lo lanza en la Unión Europea, donde el regulador ya ha dejado claro que eso del «superprofiling» y de dedicarse a recolectar, literalmente, «datos relacionados con la salud, las finanzas, las compras, los contactos, los datos de uso, el historial de navegación y otra información confidencial» para vendérsela sin restricción alguna al mejor postor pretendiendo que es un «uso legítimo», y que pueda hacer publicidad de lo que le dé la gana cuando le dé la gana no está ni medio bien.
Que alguien pueda pensar, a estas alturas, que es buena idea autorizar nada menos que a Meta para que conozca sus datos de salud y pueda intentar venderle productos milagro o pseudocuras para el cáncer; que acceda a tu información financiera y te quiera colocar fraudes en los que afirma que personas a las que siguen están ganado millones cada día; o que utilice tu lista de contactos para tratar de convencerte desesperadamente de que cometas los mismos errores que ellos, es una parte del funcionamiento del cerebro humano que nunca alcanzaré a comprender. Hace años, cuando no sabíamos como operaba esta compañía, cómo funcionaba la cabeza de su fundador y cómo no le importaba sacrificar cualquier atisbo de principio ético para lo que fuera, todavía. ¿Ahora? Me parece digno de figurar en una prueba de evaluación de la capacidad intelectual. O de la falta de ella.
En siete horas, diez millones de usuarios fuera de la Unión Europea se han apuntado a Threads sin preguntarse en ningún caso si eso podría ser malo o perjudicial para su privacidad, sin reflexionar sobre por qué en la Unión Europea no está disponible y solo vemos una pantalla no clicable con unas cuantas bolitas que dan vueltas lentamente intentando conseguir un efecto hipnótico. Como mucho, se extrañarán por haber firmado, en esos términos de servicio que nadie se lee, que si ahora, tras probarlo, eliminan su cuenta de Threads, perderán también su cuenta de Instagram, en lo que parece un intento desesperado de que la cosa crezca sí o sí, de tratar de protegerse de lo ocurrido con los muchos productos que la compañía ha tenido que retirar al cabo de poco tiempo porque sus usuarios, simplemente, terminaban no usándolos.
Si estás en Europa, por tanto, y estás deseando que Meta siga recopilando tu información para acosarte con publicidad que te haga sentir paranoico y creer que tus dispositivos te espían, no busques la app en iOS ni en Android, porque no la encontrarás (y es posible que acabes instalando apps con nombres parecidos que no tienen nada que ver). Si ya no estás contento en Twitter y no quieres esperar a que Musk lo estabilice y empiece a proponer cosas, si no te acaban de convencer Mastodon, ni has conseguido una cuenta en Bluesky, ni quieres probar ninguna otra de las posibilidades que ya existen, ya sabes: tendrás que esperar hasta que Zuckerberg resuelva sus problemas con la justicia europea, cosa que difícilmente hará si no es engañando una vez más a sus usuarios y haciendo lo que prometió al regulador que no iba a hacer.
Que Threads consiga despegar es simplemente una prueba de que aún quedan muchos idiotas en el mundo, y de que Meta conoce, además, muchas formas de engañarlos.